martes, 15 de mayo de 2012

Adiós Don Carlos

El agua de la fuente la dulce brisa cesa; se ha acabado el poso.




A mi gesto agravio funesto, torva siniestro, cabizbajo… sin el vehemente gusto del tierno fuego acaba el sueño, aniquilado, con el canto del heraldo del señor Itzam Ná, al precioso de las letras dueño.

Triste, Tláloc funesto cierto llora, mientras en Mictlan fiestas gratas, fortuna suya, gozan por el ultimo suspiro. ¡Qué triste designio del señor del lienzo, empacar los libros, dejarnos sin aliento!

Aunque es sincero, amargo trago, el designio. Se llevan al genio dejando al pendejo, que confusos por su aliento, a tan gratas del hombre obras fue falso lo que juró cierto.

Pero olvidemos el incidente aliado del desprecio, y digamos que, señor nuestro, dejaste el recuerdo del bello campo, ahora desierto. Pero orgullosos corazones de tu esfuerzo muestran, lujo de tan encomiable encuentro, pues diste el más hermosos regalo llevándote los ganados premios.

Ve pues, descansa del fatigante sueño, descansa de este que fue tu suelo y goza del bien formado cielo, deiforme caballero; pues ten por seguro brillante ciervo, tus letras enseñanzas dieron, a los jóvenes alumnos y grandes maestros.
Ya ochenta y tres días… aciago fin, hermoso tiempo.





Mis más sinceros pésames a la familia y amigos… desgracia mía no tomar su mano y en persona conocerlo.


martes, 8 de mayo de 2012

Teoría del origen




Allí estaba, en medio de la inmensa tierra, los mares por el tiempo derretido en olas gigantes y furiosas detenido. Con mis manos y mi rose manipulaba minúsculas gotas indivisibles. Formaba figuras arbitrarias, mientras mi existencia en aquel cráter, aún con la piedra alienígena brillante, perdida imaginaba quimeras, arrogantes bestias sujetas aun a los halos hilados.

La sed me invadía, de mi imprudente juego harta. Por el agua opté recorriendo hacia el sur el resto del campo con pies ausentes. 
Me encontré con una selva deforestada, hectáreas de retoños odiosos escondites de tesoros, sobre el borde superior  de aquel cenote, por dos guardianes custodiado, erguido un pequeño templo en honor a alguna diosa, se escondía del espionaje. 

Comencé a beber, frecuentando los pies del monumento, con rabiosa insistencia buscaba sin conseguir calmar el calor con las gotas.

Así, cinco jóvenes se acercaron, hermosas doncellas de templos, de mi condición apiadándose, mi rostro tomaron guiándome… otra fuente buscamos; había cambiado por el coro de cisnes el entierro del peregrino.
Los rezos ajenos forjaban la espada del héroe furioso que precipitaba los golpes en la batalla del sur mientras yo pedía perdón en el norte.
  
Gaia, la de hermoso rizado, golpeaba vengativa mi cuerpo, mientras arañaba la coraza de mi centro por los dones de Venus invadida.

Locos los dos, demostrábamos amor discorde, cada quien luchaba por su rey que batía la tierra con la fuerza contra las nubes deformes apoyadas en el árbol del sueño.

Llegaban ya las libélulas que jugaban a secretos con nuestras cunas de dedos, allí donde los susurros son mas graciosos y las estrellas sólo se asoman enfrente del mar.

Ahora todo era desierto, pasaban blancos caballos errantes y perdidos que apenas notaba el tiempo su paso se comió Ares los besos.

Ya cansados temblaba el suelo, las montañas camas del adulto y el infante, retaban con lanzas como último ataque, que resulto den desastre, mientras yo   explotaba  en un rayo furioso que golpeaba contra el seno de Coatlicue.

Mil veces las batallas fragüe contra la diosa, quien feliz estuvo de enfrentarme.

Fue así querida mía que tu hermana y tú nacieron.