viernes, 27 de abril de 2012

Protesta… sin holocausto




¿Por qué será que a los nevados amantes al verlos, el deceso de las hojas en contra de la endorfina ciento? Queman sus besos sus decoros, la espera de él, y el dulce sueño de su amante. La envidio, pues no importa el tiempo, la espera del guerrero será eterna.

Pero aquella pintura adoro y sobre todo el cielo vainilla.

¡Qué extraño, alado deseo, a mis pies, esa imagen cautiva en mi centro, atraen ansiosos!
¿Por qué, del ojo derecho hija, divinal reina, a este maíz humano, de tus dedos lejano, con la misma fuerza de Susanoo empujas de Yahveh soplo a tu rubio lienzo?

¿Será que Su aliento, turquesa de Sus hermosos azahar, aún tibio, travieso, a aquel océano de mis risas nerviosas susurrará y  en donde versos de singular figura esculpirá en mi vaina, cambiando por delicados ríos el detestable manto al regreso de mi persona a la tierra del oro?

¿Acaso soy cara de tu gusto… cumplirás mis anhelos?
Corriendo los instantes pasan, apenas rosando el terso rostro, y aquel cielo vainilla en cereza se transforma, luego, imagino el cofre tintero y el pincel blanco que, por vehemente deseo, se precipita en contra del cielo borrando sus riscos polares y campos de delicadas imágenes.
Las juguetonas infantes cubrirán la escena, declarando la sentencia de su capricho y yo, al rastrojo de aquel capricho ajenos me entrego.

Lo sé… en el ser sin sombra de los mil rostros me sumerjo.

Envuelta en el capullo blanco, las flamas  de distintas tintas, ansiosa arrojo, con rabia aquel cerrojo rompo pues me asfixio… sólo con las ventanas de aquel encierro libre me siento y, sobre todo, ante Sus decoros.
Ya ignoro aquel anciano sin miembros, que de tan déspota designio triste me encuentro, pero ahora, libre de su señorío, por fin sabré que hay entre los brazos de Amaterasu. 

A su excelentísima señora… la condesa de paredes, que de disgusto mío es no poder el conocerla. Pero me atrevo, con el perdón de  su señora, estas líneas dedicarle, pues en mi mente elucubro el deseo suyo del que hoy padezco. Pues estando lejos del encierro amante, estando libre en su corazón y pensamiento, el horizonte al mirarlo, hieles tragaba e impotencia invadía su persona por no poder estar con quien amaba, y aunque razón para mi mal no encuentro, el suyo entiendo.  

martes, 24 de abril de 2012

Estoica



Allí, del tiempo amante sentada, a aquellos vagabundos en el surrealismo enterrados admiras y  de donde tus gustos del mundo salvas, un lienzo adornado sacas y tu arte inicias.
Los delicados pinceles extiendes con dulce técnica y tu semblante esbozas, tu propio halo en un instante creas y al siguiente los deshaces. Cisne, tus alas abres simulando el vuelo mientras a Gaia el rostro de rojo tiñes.
Te plasmas…
Doblas y estiras tu figura elevándola, mientras, tu sombra inmóvil te admira y en un impulso rabioso, en un tumulto de compases, agitas tu imagen. La excitación te invade, maniobras las olas de colores teñidas por tus dedos y en eses baúl del arte antiguo te encierras.
Con movimientos ajenos a la obra de Hunahpu Utiu elucubras mientras metáforas de tus anhelos tu cuerpo crea.
Ya tu ser, en el capricho de tus manos se pierde y ahora, con tu sombra que el ritmo de la música lleva, bailas y sonríes por el clímax prematuro.
Fumas el aroma del aire cargado, tus piernas la fuerza pierden y tu cuerpo tiembla.
Lo sientes… ya llega…
De la orquesta, el director, con su pluma en la partitura del sonido dibuja vehemente y tú, te preparas.
Tus últimas líneas disfrutas, tu movimiento al viento de luces carga y en el canto más agudo del violín precipitas el encanto y de pronto… te paras.  La música sus últimos versos agonizantes y en tu final metáfora culmina.
Y allí te quedas…
Eternamente hermosa…

viernes, 20 de abril de 2012

Último rezo




¿Qué soy…?

El remanente resultado de la probabilidad ocasional, el inherente error de la ecuación contraria a la razón o el objeto de bromas del máximo anhelo humano.

 ¡Qué aciago eres…! Tan terrible discurso de la afilada lengua se ha escapado.

Tú, vistes de regalo a aquel tiempo enroscado en el vientre a quien, por él, aclama, concedes sakuras hermosas a quienes portarlas deben, dibujas las más delicadas formas con esmero y arrojas aquel fuego centelleante en los ojos del amante.  Y a mí, objeto de tu desprecio y cansado de tu lineal trabajo, decides divertir tu aburrido gusto.

El alma al ojo le es contraria, la mente se mira en un reflejo absurdo, el sentimiento al rostro le es ajeno e íntimas a los objetos por naturaleza extraños tomando por mal, lo que por bien, ajeno diste. Ingrato a mi gusto tratas, retratando en la mirada de mis desvelos el objeto, y allí, en el trono de los bufones mi cuerpo postras, donde por corona la palabra “estúpido” se muestra y el cetro de goma mi mano lleva.

Si por gusto o descuido en mi camino tan ingrato objeto diste, pido, que al menos, pronto fin a mi desgracia des, pues en este mando de Cronos, el remedio del rose de mis manos lejano se encuentra. Pues que sería una gaviota que, pretendiendo ser un águila, vuela cercano al reflejo del ponto, y en su éxtasis, por la más sencilla de las hazañas hechas, deja en caída su cuerpo, pretendiendo agarrar con las patas al pez.  

De igual sentencia objeto sería, si en mis actos reflejada mi mente se encuentra calmando así mi sentir.

¡Qué desgraciado eres…! Sin más razón cambiaste por pantalón la falda.

jueves, 19 de abril de 2012

A un hombre tonto…



¡Qué extraño sentido…! Ansioso cruel deseo del encierro.

De vehemente brillo tus ojos crueles lucen mi sonrisa amable al verla; buscando con necio anhelo en mis brazos y piernas, detestable lastre, ceñirme y con gran cinismo lo presumes.

Gratas figuras, notas tibias, confieres pleitesías, objetos fríos aparcando en mi alcoba, creyendo ser aliado de mis gusto, y aunque halagador es el intento, cruel es mi cerrojo.
Siendo libre se nace, pero se busca ser objeto de prisión... ¡cierto!,  y aunque tú, patíbulo, divina sentencia a tu gusto dictas, ignoras mi deseo.

Das voces jurándome tuya, creyéndome de tu propiedad objeto…
Pero soy de quien yo llamo mía, porque de ella soy y no porque realmente lo sea…
Son egoístas tus oficios, devoto peregrino, pues pretendes que la santa de su pedestal celeste, besos de mi santa, a tu anatema baje, con delicadas caricias pretendes calmarme y con fieros embates quieres matarme.

Si así a tu amor encuentras afable, ¿qué regalo pretendes darme, cuando cansado de mi gesto quieras dejarme?

No busques más mis agrados, pues erróneo son tus intentos de mi encanto.

Por eso, busca a quien atienda tus anhelos, encomiable encuentre a tus detalles, con ceguera ame tus decoros y hermosos encuentre a tus reparos.
A quien sus desvelos, sobre tu cuerpo, encomiables los encuentre y aquella quien a tus deseos por tu rostro los bese.   

No pretendas mas mis sentires, pues, sin duda, será pérdida de tiempo, y a tu entendimiento apelo comprender que entre tu, hombre, y esta mujer solo habra desprecio.


Dedicado a Teresa... lamentamos haberte molestado.

martes, 17 de abril de 2012

Santa madre, devota esposa



Del rubio esposa y del portador amante.

Tú que de ojos azules al profeta pintas y de tez blanca
vistes, amor y perdón predicas y de ignorancia vives.

De hierro mano, con piel vestida, sobre el mendigo alzas. Con una el rostro acaricias, con la otra la espalda dañas.Con humildad caridad exiges pues nubes al ingenuo ofreces
mientras al otro a los siete círculos condenas.

Tu rostro, el liviano en el sombrero porta, mientras
por gusto mutuo a su hija viola. De la inocencia -Segni- ingeniosas 
palabras de Gregorio, la espada, por hermoso 
holocausto, tus ojos encomian.

¿Por qué tus labios, la imagen de quien vicaria eres,
acciones exiges, si en tu pecho y casa de Marx sentencia 
con orgullo sigues?

Y con ese afán el hierro desnudo ante el rostro blandes,
exigiendo ámbar para tu ambición ufana.
No así en tan cortés expedición, tus hijos y amantes 
mandaste y exigiste a númenes y gentilicios a tus pies, 
cubiertos de soles, postrarse.

491 veces con tu mando al ingenio asedias, pues 
quien se atreviese a designios negarte, de daga vista y de 
reptil lengua, saña a tus cautivos inyectas y con violencia a 
hermanos enfrentas.
¿O acaso, en mis sentencias erro?

No tú, cómplice del vaquero, a tus hermanos de patria,
por un disparo que en contra del invasor se escuchase, con 
ausencia de redención condenabas.

No tú, de Maximiliano y francés amante, al de tu 
excelentísimo señor destierro, con costumbre del apoyo 
ajeno, a esta tierra mancillaste, sin importarte si al padre y 
al hijo enfrentabas.

No tú, de quien excelso estilo tomo, con sangre carta 
grotesca con su mano firmaste perjurando que por su gusto 
se arrepiente y buscando que a jóvenes novicias devotas del 
pensar a sí mismas den sentencia.


Será que vuelvo a equivocarme, pero no tú la guerra
que lleva tu nombre incitaste y el perdón a cerdos y devotos 
negaste, solo por encontrar a tus acciones culpables.

¿Qué acaso de tus manos garras a nuestro frágil ser 
alejarlo algún día podremos?


¿Qué tan tonta y liviana, por ámbar hambre eres, que de
Dante, Inés y María, Estiben, Albert y Leonardo, Francisco, 
Fernando y Rius, Benito, Melchor, Valentín y Maximiliano 
incluso de tu propio señor y muchos más que en la Historia 
sus nombres borras, sus ideas no entiendes? pues alejas al 
progreso para cerca del abismo estar.


Pobre del mundo, tan lejos de Dios y tan cerca de tus
caprichos.