¡Qué extraño sentido…! Ansioso cruel deseo del encierro.
De vehemente brillo tus ojos crueles lucen mi sonrisa amable al verla;
buscando con necio anhelo en mis brazos y piernas, detestable lastre, ceñirme y
con gran cinismo lo presumes.
Gratas figuras, notas tibias, confieres pleitesías, objetos fríos
aparcando en mi alcoba, creyendo ser aliado de mis gusto, y aunque halagador es
el intento, cruel es mi cerrojo.
Siendo libre se nace, pero se busca ser objeto de prisión... ¡cierto!, y aunque tú, patíbulo, divina sentencia a tu
gusto dictas, ignoras mi deseo.
Das voces jurándome tuya, creyéndome de tu propiedad objeto…
Pero soy de quien yo llamo mía, porque de ella soy y no porque realmente lo sea…
Son egoístas tus oficios, devoto peregrino, pues pretendes que la santa de
su pedestal celeste, besos de mi santa, a tu anatema baje, con delicadas
caricias pretendes calmarme y con fieros embates quieres matarme.
Si así a tu amor encuentras afable, ¿qué regalo pretendes darme, cuando
cansado de mi gesto quieras dejarme?
No busques más mis agrados, pues erróneo son tus intentos de mi encanto.
Por eso, busca a quien atienda tus anhelos, encomiable encuentre a tus
detalles, con ceguera ame tus decoros y hermosos encuentre a tus reparos.
A quien sus desvelos, sobre tu cuerpo, encomiables los encuentre y
aquella quien a tus deseos por tu rostro los bese.
No pretendas mas mis sentires, pues, sin duda, será pérdida de tiempo, y
a tu entendimiento apelo comprender que entre tu, hombre, y esta mujer solo
habra desprecio.
Dedicado a Teresa... lamentamos haberte molestado.
En tu tercer párrafo se muestra una clara influencia por la poesía barroca, especialmente por Sor Juana Inés de la Cruz.
ResponderEliminaro me equivoco?